Entre 1932 y 1946 estudió y se graduó con los más altos honores en teología y filosofía en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma y, en lugar de aceptar el ofrecimiento de trabajo como diplomático del Vaticano, decidió trabajar como párroco asistente en Nueva York. Tras diez años de fecundísima labor, las publicaciones e "ideas" emanadas del CIDOC le enfrentaron con el Vaticano, y en 1976 el centro se cerró con el consentimiento de quienes allí laboraban y el acuerdo para distribuir equitativamente el producto de su liquidación. Algunos de ellos establecieron escuelas de idiomas en Cuernavaca, y dieron inicio así a un importante fenómeno económico cultural. Illich solicitó y obtuvo una dispensa para el ejercicio sacerdotal a finales de los años 60.
A partir de los años 80, Illich viajó intensamente, y repartió su tiempo entre los Estados Unidos de América, México y Alemania. Hizo una estancia como profesor visitante de filosofía y de "Ciencia, tecnología y sociedad" en la Universidad Estatal de Pennsylvania, e impartió seminarios y encuentros en la Universidad de Brema.
Durante los últimos veinte años de su vida sufrió un proceso cancerígeno de tumores en la cara que, en congruencia con su crítica a la medicina institucionalizada, se negó a tratar con métodos "profesionales". Practicó en cambio técnicas terapéuticas de meditación y yoga. Los últimos años fumó opio, para hacer frente al tremendo dolor causado por el tumor. En una fase inicial de diagnóstico le dieron una esperanza de vida de apenas algunos meses, pero llegó a sobrevivir casi veinte años más, y se hizo cargo él mismo de su enfermedad, en una relación de serena y estoica "convivencialidad".
LA SOCIEDAD DESESCOLARIZADA
Su libro más aclamado fue La sociedad desescolarizada (1971), una crítica a la educación tal y como se lleva a cabo en las economías "modernas". Lleno de observaciones críticas sobre los planes de estudios de su tiempo, el libro puede parecer desfasado, pero sus afirmaciones y propuestas básicas siguen siendo tan radicales hoy como lo fueron en su momento. Illich se mostraba favorable al autoaprendizaje, apoyado en relaciones sociales libremente intencionadas en encuentros y conversaciones fluidas e informales:
- La educación universal por medio de la escolarización no es factible. No sería más factible si se la intentara mediante instituciones alternativas construidas según el estilo de las escuelas actuales. Ni unas nuevas actitudes de los maestros hacia sus alumnos, ni la proliferación de nuevas herramientas y métodos físicos o mentales (en el aula o en el dormitorio), ni, finalmente, el intento de ampliar la responsabilidad del pedagogo hasta que englobe las vidas completas de sus alumnos, dará por resultado la educación universal. La búsqueda actual de nuevos embudos educacionales debe revertirse hacia la búsqueda de su antípoda institucional: tramas educacionales que aumenten la oportunidad para que cada cual transforme cada momento de su vida en un momento de aprendizaje, de compartir, de interesarse. Confiamos en estar aportando conceptos necesarios para aquellos que realizan tales investigaciones a grandes rasgos sobre la educación --y asimismo para aquellos que buscan alternativas para otras industrias de servicio establecidas.
Como pensador holístico, con una inteligencia formidable y una erudición cultural amplísima, Illich siempre planteó sus análisis en los términos más amplios posibles, pero precisos y certeros en sus críticas. El libro es más que una crítica, pues contiene propuestas en positivo para reinventar el aprendizaje a lo largo de toda la sociedad y de toda la existencia de cada individuo.
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